“La cultura mexicana nos educa para pagar una hipoteca o una renta, pero no nos educa para pagar una nómina. La misma cultura nos educa para conservar un empleo, no para dar empleos. Esa misma cultura nos educa para buscar la aparente seguridad de un salario, no la incomodidad de tener que vender y generar mis propios ingresos”.
En la medida que paso más tiempo en el mundo de los negocios, desde el emprendimiento, me convenzo de una verdad que a mi parecer es irrefutable: emprender no es para todos. Y es que, cada vez más, pareciera que vivimos en una cultura en donde la meta última debe ser emprender algo, crear algo desde cero que me permita, presumiblemente, libertad financiera, libertad personal y satisfacción.
Por momentos, pareciera que la dinámica de redes sociales y de conectividad exacerbada de nuestros tiempos, nos dice que, si en nuestra vida profesional no logramos crear algo, entonces no aprovechamos al máximo nuestras capacidades. Falso, en realidad el tema es mucho más complejo que eso.
Una de las razones por las cuales estoy convencido que el emprendimiento no es sano para todos, tiene que ver principalmente con las múltiples formas de ser que tenemos los seres humanos en un contexto como el de nuestro país.
Emprender implica, de entrada, una personalidad de tolerancia y hasta gusto por el riesgo, para la cual no hemos sido educados. Todavía vivimos en una sociedad en donde, con justa razón, se nos educa para buscar lo “seguro”, como si eso realmente existiera. Son muchas las escuelas y universidades que se enfocan en formar perfiles directivos para las empresas, pero son muy pocas las que ya están enfocadas en formar perfiles emprendedores.
En México, además, emprender implica una actitud de permanente resiliencia y de sentirse cómodo con una serie de responsabilidades para las cuales, reitero, tampoco hemos sido educados. La cultura mexicana nos educa para pagar una hipoteca o una renta, pero no nos educa para pagar una nómina. La misma cultura nos educa para conservar un empleo, no para dar empleos. Esa misma cultura nos educa para buscar la aparente seguridad de un salario, no la incomodidad de tener que vender y generar mis propios ingresos.
Si bien tener un trabajo remunerado no necesariamente es lo más seguro, lo cierto, es que va más alineado a la forma en la que fuimos educados desde nuestras familias y hasta la universidad; quienes tuvimos esa oportunidad. Y en esta última referencia, también cabría la reflexión. En México tenemos muy normalizado que todos debemos ir a la universidad, cuando tampoco es así.
Soy un convencido que en México deberíamos alentar mucho más las formas de empleo diversas, que no necesariamente pasan por ir a la universidad. Me refiero desde tener un oficio hasta alguna forma de autoempleo diversa a través de las redes sociales. Si, me refiero a las y los influencers, que en ocasiones terminan consiguiendo un patrimonio mucho antes que gente que fue a la universidad y siguió un camino relativamente tradicional. ¿Es tan grave que a alguien no le guste estudiar y prefiera hacer algo más desde temprana edad? No, no lo es.
Y desde luego, en todo este análisis, no podemos dejar fuera la participación del Estado. Un Estado que no está ni remotamente preocupado en generar incentivos que permitan, a quienes quieran, emprender. La decisión de emprender pasa, en gran medida, por encontrar una oportunidad y ejecutarla, lo cual incluye: financiarla. Y no, el Estado no está interesado. No solamente porque no se ha encargado de generar los créditos necesarios para quienes quisieran intentarlo, sino porque con la cantidad de compromisos que tiene que asumir quien emprende, basta conocerlos para desincentivar a cualquiera.
Es decir, no solamente debo tener una ronda de inversión exitosa para poder echar a andar mi negocio, sino que además debo estar dispuesto a darle aproximadamente la mitad de mis ingresos al mismo Estado en el día a día. Dispuesto a pagar seguridad social, Impuesto Sobre la Renta, reparto de utilidades, dividendos en el caso de sociedades civiles, más todos los costos asociados a la nómina y demás responsabilidades fijas. En otras palabras, dispuesto a tener una ganancia relativamente marginal, comparado con lo que genera el negocio en cuestión.
Después de todo este análisis dual, alguien podría preguntar, entonces ¿qué es mejor? ¿qué me conviene, tener un empleo o dar empleos? Desde luego, como todo en la abogacía, la respuesta es: depende. Depende qué tipo de riesgo quiero escoger, depende con qué tipo de riesgo me siento menos incómodo, partiendo de una premisa básica: la seguridad o la certeza laboral no existe.
Un buen día puedo perder mi empleo, por bueno que sea, así como un buen día mi negocio puede volverse vulnerable. Y entonces, reitero, la pregunta es: ¿Qué tipo de riesgo laboral quiero y puedo enfrentar? ¿Qué se acomoda mejor a mi personalidad? ¿En cuál de las dos situaciones tengo mejores incentivos en este momento? ¿Cuál es mi momento de vida y qué riesgos me permite enfrentar?
6 factores para tener en cuenta el emprender
No se trata de romantizar la cultura del emprendimiento, como si fuera el sinónimo de éxito laboral y solvencia económica. No lo es. Pero si se trata de permear una cultura, en donde todos y todas podamos escoger. Escoger el momento de tener un empleo y, en su caso, el momento de dar empleos. Pasa por muchos factores que hay que conocer y que podría resumir así:
- No existe la seguridad laboral, no importa si tengo un empleo o si doy empleos. La vulnerabilidad no es tan diferente.
- La pregunta importante es: ¿Con qué riesgo me siento menos incómodo? ¿El riesgo de perder mi empleo o el riesgo de que mis clientes se vayan? O incluso, ¿el riesgo que el mundo cambie y mi negocio sea obsoleto y desaparezca?
- Ir a la universidad no es garantía de nada, ni tampoco es un piso mínimo. Normalicemos otras formas de generar ingresos. Oficios, micronegocios, autoempleos digitales, actividad deportiva, arte.
- Hay que conocerse a sí mismo. ¿Qué va mejor con mi personalidad? ¿Me siento cómodo siguiendo instrucciones? ¿Me gusta que me digan qué hacer? ¿Prefiero poner mis propias reglas y correr mis riesgos?
- La libertad es relativa. Emprender no es sinónimo de libertad absoluta, ni de éxito financiero inmediato. Y como nota adicional, el Estado no te va a ayudar en nada. En realidad, te la va a complicar.
- La última, no menos importante. ¿En dónde voy a ser más feliz a pesar de las dificultades normales de cualquier trabajo?