De poco servirá haber logrado un aumento en los días de vacaciones a los que tiene derecho la fuerza laboral si esto no termina por reflejarse también en aspectos tan relevantes como la salud en el trabajo y la productividad en el mismo.
Los nuestros son tiempos de un dinamismo laboral inusitado. Con toda certeza, nunca en la historia habíamos percibido tal cantidad de cambios laborales, tanto en calidad, como en cantidad. Las explicaciones son muchas y muy variadas, yendo desde la influencia de nuestros socios comerciales para garantizar una auténtica democracia sindical y un nuevo modelo de justicia laboral, pasando por la inclusión del teletrabajo en plena pandemia y la limitación del régimen de subcontratación con el objetivo de terminar con décadas de abusos, entre otros.
Con ese panorama de por medio, lo cierto es que la agenda laboral de los últimos meses la acaparó el aumento de los días de vacaciones; desde que apareció apenas como una posibilidad. No era para menos, si teníamos que hablar de una deuda histórica en materia laboral, esa era precisamente el “piso mínimo” de vacaciones contemplado en la Ley Federal del Trabajo. En un país donde se trabajan tantas horas al día y en donde los salarios mínimos y los salarios promedios aun tienen mucho camino por recorrer, el descanso de las personas trabajadoras era indiscutiblemente un pendiente de suma relevancia en la agenda legislativa.
Considero que las nuevas disposiciones en materia de vacaciones han sido bien recibidas no solamente en el sector obrero, sino también en el sector empresarial. No obstante, los evidentes retos para las fuentes de empleo con operaciones en México en el aspecto organizacional, presupuestal y de Recursos Humanos, en términos generales existe sensibilidad y empatía para garantizar una correcta aplicación del nuevo régimen de vacaciones. Ciertamente, era muy difícil defender el esquema de vacaciones anterior, con independencia de si uno tiene mayor predilección por un sector de la producción u otro. Todos y todas sabíamos que el régimen anterior de vacaciones era, en efecto, indigno.
Ahora bien, con el objetivo logrado, aparecen retos que deben atenderse con el mismo entusiasmo. De poco servirá un aumento como el que nos ocupa, si esto no termina por reflejarse también en aspectos tan relevantes como la salud en el trabajo y la productividad en el mismo. Soy un convencido de que los últimos lugares –según los indicadores de OCDE– que ocupa nuestro país en cuanto a productividad se refiere, se explican desde una problemática de incentivos. Naturalmente, resultaba ingenuo pensar que pudiéramos mejorar en dichas estadísticas si un derecho tan elemental como el descanso del trabajo se encontraba en un piso mínimo completamente alejado del estándar internacional.
En el mismo sentido, de poco servirá el nuevo modelo de vacaciones si no abrimos el diálogo social entre patrón y persona trabajadora en lo que respecta a la consecución en el disfrute de los días de vacaciones”.
La ley es clara: los días de vacaciones deben, idealmente, disfrutarse de manera consecutiva, salvo petición distinta de la persona trabajadora. Lo anterior no sorprende, imagínese usted que una persona que ingresa a un nuevo empleo y que tiene derecho a 12 días de vacaciones tras su primer año, disfrutara de un día por mes, hasta llegar a 12. Me permito llevarlo al absurdo porque, definitivamente, la consecución en dichos días guarda un racional importante en lo que a reponer las energías se refiere.
Sin embargo, esto no debe nublar el diálogo social, ni de un lado ni del otro. Existirán ocasiones en donde, válidamente, la empresa le pida a la persona trabajadora disponer de dichos días en diferentes periodos, de manera que no se vea entorpecida la operación cotidiana. Puedo garantizar que esto sucederá con mayor frecuencia en las micro, pequeñas y medianas empresas. Habrá que mantener apertura entre las partes para, por una parte, garantizar el descanso de la persona trabajadora y, por otro, garantizar el normal desarrollo de los negocios. Es un hecho que la curva de aprendizaje y la transición requerirán altura de miras de ambas partes.
Hago votos porque mantengamos este ritmo legislativo en materia laboral que mucha falta le hacía a nuestro país. Reitero que éste debe ser apenas el primer paso para empezar la escalada por mejores lugares de trabajo en lo que respecta a productividad.
Nos queda pendiente seguir retando y replanteando modelos laborales que fueron concebidos en los años setenta y que claramente ya no responden a la realidad laboral del Siglo XXI. Uno de ellos, que será materia de otra columna, me parece que es el reparto de utilidades. Con todas las buenas intenciones que tuvo en su momento, ha terminado por ser una figura que no premia la meritocracia, que solamente reconoce la antigüedad y que, por ende, también nos merma en indicadores de productividad.
Que sea apenas el inicio de un país más saludable, más productivo y más feliz.